A pesar de los escándalos en curso y la condena pública, el príncipe Andrés continúa viviendo una vida de lujo, según fuentes reales. Aunque está despojado de sus títulos oficiales y, según informes, está bajo vigilancia, sus rutinas diarias permanecen prácticamente sin cambios, impulsadas por su riqueza personal y su negativa a comprometer su comodidad.
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Derecho y franquicia
Fuentes cercanas a la familia real describen a Andrew como “actuando con pleno derecho”, insistiendo en ser tratado con la misma deferencia que disfrutaba antes de que surgieran acusaciones de abuso sexual. A pesar del ostracismo social generalizado, supuestamente mantiene un estilo de vida lujoso a expensas de los fondos personales del rey Carlos.
Rutinas diarias lujosas
Los conocedores revelan que Andrew continúa organizando reuniones, aunque con un círculo reducido de “parásitos” que siguen siendo leales a pesar de su reputación empañada. Las entregas semanales de champán y vinos finos son algo común, y exige una cena con servicio completo de plata todas las noches, incluso cuando cena solo con su ex esposa Sarah Ferguson.
Hábitos sin cambios
A pesar del escrutinio público, los hábitos diarios de Andrew siguen siendo extravagantes. Según se informa, consume abundantes desayunos capaces de “alimentar a un pequeño ejército” y se niega a reducir sus estándares de calidad de los alimentos. Este comportamiento ha llevado a algunos a describir su estilo de vida como “repugnante” dada la actual controversia en torno a sus acciones.
Fiestas de caza y exceso continuo
Informes recientes confirman que Andrew ha seguido organizando sus partidas de caza anuales, lo que demuestra un flagrante desprecio por la opinión pública. Esto, combinado con su insistencia en mantener un estilo de vida lujoso, refuerza la percepción de que permanece al margen de las consecuencias de sus acciones.
La continuación del lujoso estilo de vida del príncipe Andrés a pesar de su caída pública subraya un persistente sentido de derecho y privilegio dentro de ciertos círculos de la monarquía británica. Su negativa a ceder en materia de comodidad y exceso resalta una desconexión entre sus acciones y la percepción pública de responsabilidad.
